No puedo dejar de
manifestar mi preocupación por los acontecimientos que se han venido
desarrollando a partir del momento en que el pueblo venezolano decidió ejercer
su voluntad por un cambio de manera democrática y pacífica, en uno de los
poderes más importantes del Estado Venezolano como es el Legislativo. De dicho
poder emanan las leyes que tienen repercusión en la vida de todos los
venezolanos y sobre todo en un momento tan crucial y peligroso para nuestro
país debido a la grave crisis estructural que abarca todos los órdenes de la
vida nacional: económica, social y política, que pudiera desembocar en una
crisis humanitaria, si es que ya no lo es.
Conocimos todas las
artimañas y procesos que realizó la anterior Asamblea Nacional de manera
atropellada, acelerada e ilegal, además de estar fuera del lapso correspondiente,
en los últimos días del pasado año. No obstante, desde la instalación de la
nueva Asamblea hemos sido testigos del saboteo constante y el odio que destila
la bancada oficialista. El discurso predominante revela la obsesión por el
puntofijismo de la cuarta república, el incumplimiento del reglamento interno,
lo que supuestamente “la revolución ha hecho por el pueblo”, el golpe de
Carmona y unas cuantas cosas más. Aún así la oposición no mencionó el nefasto
Golpe de estado del año 1992 y que no se llegó a consumar pero de donde salió
el mayor error histórico que ha tenido este país. Sin embargo, lo que todos
también sabemos es que tenemos un país que en prácticamente diecisiete años,
desde que este gobierno asumió y ha mantenido las riendas del poder, ha
desembocado en una crisis sin precedentes. El comportamiento de los diputados
oficialistas parece ser la estrategia trazada por el gobierno para obstaculizar
de manera permanente al renovado poder legislativo. Por otro lado, me inquieta
que la bancada opositora pudiera caer en las provocaciones del gobierno y
asumiera una actitud revanchista por lo que el discurso que pudiera prevalecer derive
en el juego a la violencia y el odio de parte del gobierno, desviándose así la atención
de la agenda legislativa.